Porque hay una realidad que a menudo se obvia o sobre el que se «pasa de puntillas»: la II República fue un régimen de clase, un régimen burgués cuyo carácter suele esconderse tras «gran número de ocultaciones intencionadas, narraciones ideologizadas, arrebatos líricos, medias verdades y completas mentiras», algo que nos subraya Félix Rodrigo Mora, investigador y escritor al que hemos entrevistado sobre lo que el llama «la República del mauser y la tortura» y que puede sorprendernos en un principio pero que nos golpea cuando se van desgranando los episodios represivos contra los trabajadores que entre 1931 y 1936 jalonaron ese régimen -Casas Viejas, Yeste, Arnedo, Octubre asturiano…- mostrandonos por ejemplo, una relación completa de las matanzas realizadas por las fuerzas policiales -guardia civil y guardia de asalto sobre todo y tambien por el Ejército- siguiendo órdenes de los gobiernos republicanos, de izquierda y de derechas.
Y esa memoria incómoda de la II República española no es óbice para que en todo momento se denuncie que el franquismo y la actual democracia, sin menospreciar el horror que el primero supuso, han sido, más allá de las formas externas de gobierno y de quiénes sufrieran con uno u otro la represión en mayor o menor intensidad, una continuación del mismo proyecto, sin ningún cambio en profundidad en lo que el programa liberal pretendía: una España única, indivisible, capitalista y “moderna”, a la altura de los Estados “fuertes” de Europa.