Si vamos a “Wikipedia” la “desobediencia” o “desobediencia civil” se definiría como “cualquier acto o proceso de oposición pública a una ley o una política adoptada por un Gobierno establecido, cuando el autor tiene conciencia de que la misma es de discutible legalidad u aceptación desde el punto de vista ético, y es llevada a cabo y mantenida con el objetivo de traer cambios en el orden social o político vigente que afectarían positivamente a la libertad de la ciudadanía”.
Para que un acto se clasifique como “de desobediencia civil” se necesita que la acción se haga públicamente, que sea ilegal o que así lo clasifique el Poder vigente, y que al mismo tiempo quien cometa el acto de desobediencia -evidente delito para dicho Poder- sea consciente de sus acciones y motivos y asuma sus consecuencias.
La desobediencia es evidentemente una forma de disidencia política indisolublemente unida a la acción y a la implicación personal yendo así intimamente cosida a una profunda conciencia que hace de ella una estrategia que permite a las minorias visibilizar su problemática, su descontento, poniendo sobre la mesa del debate público los temas más injustos o candentes de la realidad social, a la par que puede ser eficaz también a la hora de conseguir importantes cambios sociales, como se ha demostrado históricamente en diversas ocasiones.
De “la desobediencia”, de su actualidad y su historia, hemos hablado con Romain Lauferón, miembro del colectivo francés “Les Désobéissents” y coordinador de los traductores del libro de su compañero en el mismo grupo Xavier Renou titulado “Desobedecer. Pequeño manual” de reciente publicación en el Estado español.